Dos narices rojas y una pizarra cargada de optimismo.  Eso es lo que recuerdo del día que me pregunté por qué no iba al teatro.
Fue en un aula de facultad, donde una profesora entusiasta y tremendamente aficionada al teatro se escandalizó al contar las pocas manos levantadas que confesaron que a veces, muy de vez en cuando, acudían a ver una obra de teatro. El libro de Juan Mayorga que tenía en las manos probablemente nunca se había cerrado con tanta fuerza e histeria. En aquel momento, decidió que acudir al menos dos veces durante su asignatura al teatro iba a formar parte de nuestra obligada agenda cultural.
Y yo os pregunto, gente joven: ¿vais al teatro? Ojalá la respuesta sea que sí y solo fuera yo la que estaba tan equivocada. Las encuestas aseguran que consumimos más cultura, que las tecnologías han puesto a nuestro alcance una amplia cartelera de contenido cultural. La fiesta del cine demuestra en cada edición que la gran pantalla gusta a todo el mundo y que, si no fuera a veces por los precios habituales, formaría parte más a menudo de nuestros planes de entretenimiento. ¿Y los conciertos? Nada suena mejor en el mundo que el sonido en directo de una buena banda de música. No hace falta convencer a nadie de por qué hay que invertir en estas prácticas culturales.
Pues en el teatro tampoco. 
Aquel día me pregunté por qué me estaba perdiendo ese plano general, esa cercanía con los actores y actrices, y la posibilidad de mostrar a través de un aplauso cuánto te hace disfrutar la obra. En este caso, se trataba de una conferencia sin vergüenza” de Síndrome Clown bajo el lema Mejor…es posible”. Una comedia divertidísima que, sin dejar de interactuar con el público, aporta su grano de arena para que aprendas a ver la vida de otra manera. Fue un chute de positivismo y una reflexión profunda sobre los problemas más comunes que se nos plantean tratada de la mejor manera posible: con mucho humor.
No sé cuál es la razón por la que acudir al teatro nunca ha formado parte de mi rutina cultural. Supongo que es necesario recordarle al público joven que esta práctica es tan válida y enriquecedora como otras muchas. A veces solo hace falta saber encender la llama, un profesor o profesora que te trasmita su pasión por este género, un plan educativo que fomente este interés desde las escuelas, o una buena campaña que sepa llegar donde otras muchas no han llegado.
A partir de este mes la juventud madrileña podrá disfrutar gratuitamente de un bono cultural para acceder a varios centros culturales de la ciudad. Iniciativas como esta favorecen a crear nuevos públicos, y ayudan a las personas que, como yo, nunca se habían sentido atraídas por  este género, a descubrir una nueva forma de vivir la cultura y sentir la emoción del directo que nos regala el teatro, entre muchas otras cosas.
Rebeca

One thought on “El día que descubrí el teatro

  1. Este “post” me ha parecido muy interesante ya que trata un tema del que mucha gente no se pregunta ni reflexiona, es extraño, ya que sí, ¿Por qué el teatro no es uno de los medios favoritos para formarnos culturalmente? Quizás no hallan buenas obras que nos inciten a ir al teatro, a mí personalmente, es algo que me gusta bastante ver la emoción y puesta en escena de los actores y actrices representando una obra, la conocida “magia del directo” para mí es preferible antes que ver un vídeo previamente grabado y editado, en mi opinión, es menos real.
    Sin irnos muy lejos, algo que incitaría al público a ir al teatro de vez en cuando es poner una cartelera variada, tratando temas controversiales e interesantes, temas para todas las edades, seguro que todos asistiríamos aquí en Morón al teatro más a menudo, y fomentaríamos nuestra cultura de una forma diferente a las nuevas tecnologías.

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